Jtxo Estebaranz (Bilbao)
El escritor francés reflexiona sobre las causas de la exterminación progresiva de las abejas y la falta de interés por investigarlo en este mundo ‘higienista’.
DIAGONAL : En el mismo título de El manto de Medea aludes a los agroquímicos neurotóxicos. Pero diversos laboratorios e instituciones no dejan de proclamar nuevas hipótesis acerca de la causa última de la extinción de las abejas : parásitos, ondas electromagnéticas… ¿Cuál puede ser la función de semejante multitud de investigaciones y conclusiones tan divergentes ?
GUY BERNELAS : En realidad, los laboratorios e instituciones de investigación no están realizando ningún estudio serio sobre la relación entre la utilización agrícola de insecticidas neurotóxicos y la extinción de las abejas. Están llevando a cabo algunos estudios, aun así son muy pocos para identificar otras causas posibles de la extinción de las abejas. La razón de ello es que sus patrocinadores y mecenas (fondos públicos y privados por igual) no quieren que se reproduzca ahora entre ellos lo que sucedió en Francia a fines de los años ‘90, cuando varios estudios serios de la subvención pública demostraron la implicación fundamental de los dos neurotóxicos sistémicos utilizados en el girasol y el maíz en la extinción de las abejas. En Inglaterra, por ejemplo, el Estado invoca la falta de dinero para evitar la financiación de tales estudios.
D : Tu libro, publicado a fines de 2006, analiza las iniciativas de los apicultores franceses respecto a la imidacloprida y los pesticidas que la difunden, así como las luchas llevadas en el Hexágono durante los primeros años de esta década. ¿Qué ha sido de ello ? ¿Conoces más procesos semejantes en otros lugares ? ¿Cuáles son las lecciones que pueden extraerse de estas resistencias ?
G.B. : La oposición de los apicultores franceses al empleo de estos dos neurotóxicos, aparecidos en 1994 y 1997, se manifestó de forma decisiva de 1998 a 2003. En 2004 obtuvieron la prohibición de su uso en el maíz y el girasol. A continuación callaron, mientras que sus colonias siguen siendo destruidas y la colecta se ve muy limitada, ya que el suelo sigue estando impregnado de estos venenos de acción duradera (al menos cuatro años), y la imidacloprida sigue siendo el insecticida más utilizado en Francia, especialmente en trigo y cebada. Hay que decir que el elevado precio de la miel, a nivel mundial, y las subvenciones del Estado o de las administraciones locales compensan una parte de las pérdidas. La lección que puede sacarse de ello es que, al comportarse los apicultores en todo momento como buenos ciudadanos respetuosos con la agroindustria, la química y el Estado, se dejaron engañar de buena gana con la falsa victoria concedida por éstos en 2004.
D : La agricultura industrial ha alterado la diversidad de los cultivos, tendencia que se acentúa con la proliferación de los transgénicos, así como con el empleo de los agroquímicos que, al parecer, han provocado la extinción progresiva de las abejas. ¿Ha trastornado esto las condiciones de la apicultura, una de las actividades aún realizadas por medios artesanales ?
G.B. : Evidentemente, la apicultura se ve arrastrada hacia la industrialización general de todas las actividades humanas. Pero este nivel de industrialización es muy variable según cada país y cada apicultor. En Estados Unidos, la mitad de las colonias de abejas sirve únicamente para la polinización de los cultivos industriales y circulan en camiones gigantes de este a oeste del país, siendo cada uno de sus propietarios dueño de hasta 40.000. En Francia, la apicultura ha seguido siendo más artesanal, aunque los apicultores profesionales posean varios miles de panales (hasta 4.000) y el número de apicultores aficionados se haya hundido estos últimos años.
El comercio de abejas reina y colmenas se ha hecho mundial. Dicho esto, el volumen de negocio de la apicultura y las personas que la practican no tiene gran peso en el balance de los dirigentes, ante el de la agroindustria y la agroquímica y sus usos.
D. : Se ha hablado mucho de la importancia de las abejas en el seno del ecosistema, de su labor necesaria para la polinización, y en este sentido se repite la célebre frase de Einstein sobre la pervivencia del género humano tras su desaparición. Pero creo que tu crítica se dirige más bien a la dominación de los humanos, que hace posible esta desaparición...
G.B. : La famosa frase de Einstein alimenta el catastrofismo orquestado por los dirigentes y utilizado por los industriales. En efecto, no inquieta a casi nadie : la suerte de los insectos no perturba a una población acostumbrada a la esterilización higienista de su entorno vital, y la polinización artificial que empieza a derivar de la destrucción de los insectos polinizadores supone un bonito mercado para la llamada ‘industria de lo vivo’. Así, el hombre moderno no ve en la desaparición o la disminución de un gran número de especies animales y vegetales la esterilidad y la fealdad de su mundo, sino un vacío que ha de llenar. Esta ceguera constituye el argumento central de mi libro. Porque lo desesperante en la extinción de las abejas no es tanto que las necesitemos, sino que se hayan manifestado tan poco la determinación y la conciencia necesarias para salvarlas, pues éstas son las cualidades humanas que harían falta para salvarnos a nosotros mismos.
http://diagonalperiodico.net/spip.php?article6618
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